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Mostrando las entradas de agosto, 2015

Caperucita roja, contada por el lobo.

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(Lief Fehar) El bosque era mi casa. Allí vivía yo y lo cuidaba. Procuraba tenerlo siempre limpio y arreglado. Un día de sol, mientras estaba juntando la basura que habían dejado unos domingueros, oí unos pasos. De un salto me escondí detrás de un árbol y vi a una chiquilla más bien pequeña que bajaba por el sendero llevando una cestita en la mano. Enseguida sospeché de ella porque vestía de una forma un poco estrafalaria, toda de rojo, con la cabeza cubierta, como si no quisiera ser reconocida. Naturalmente me paré para ver quién era y le pregunté cómo se llamaba, a dónde iba y cosas por el estilo. Me contó que iba a llevar la comida a su abuelita y me pareció una persona honesta y buena, pero lo cierto es que estaba en mi bosque y resultaba sospechosa con aquella extraña caperuza, así que le advertí, sencillamente, de lo peligroso que era atravesar el bosque sin antes haber pedido permiso y con un atuendo tan raro. Después la dejé que se fuera por su camino p...

Textos y Actividades

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Mirando jugar Dicen que al observar a un niño mientras juega se puede descubrir sus intereses y se aprende de su personalidad. Algunos hablan de hadas y bosques con grandes jardines, otros mencionan ogros oscuros y unos pocos aseguran que existen bicicletas voladoras.  Eva nunca vio nada de eso, pero imagina que existen en otro país y que hace muchos, muchísimos  años hubo un rey grande y poderosos que concedía deseos a los niños del castillo. Pero ella nunca vio uno… Su mundo es un patio. El de su casa, de su abuela y algunas veces también la plaza. La geografía la completan sus muñecas y un juego de té para compartir con ellas una tarde de campo, en casa. El tiempo transcurrido con sus amigas de trapo y la constancia para los mismos juegos, la dejan en duda ante este cambio. Ver a otros niños corriendo a su lado, la mantienen en plena observación. ¡Parecen tantos y hablan todos juntos! -¿Cómo te llamas?- y aunque Eva no responde, la invitan a saltar. -Vení, vení- ...
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Seguridad ciudadana Si no fuera por las muchas ropas que lleva puestas doña Gertrudis no haría sombra en el suelo; y los vientos del invierno la volarían por los aires. Pero ella camina por las calles de Montevideo, encorvada como un signo de interrogación y solita se las arregla para hacer sus cosas y seguir viviendo. Un día de estos, cuando fue a cobrar su jubilación, sufrió un contratiempo. Tiempo de destiempos, el peligro acechaba en cada esquina, doña Gertrudis no anda desarmada.  Ella lleva, siempre , una tijera escondida en la cartera. Iba sentada en el ómnibus, miró la hora, le faltaba el reloj. Sin vacilar, clavó la tijera en la barriga del joven sinvergüenza que iba sentado a su lado: - El reloj, dijo doña Gertrudis. El muchacho tartamudeó. - ¿Cómo dice, señora? - El reloj- exigió ella y la tijera pinchó. El muchacho le dejó el reloj y de un salto bajó del ómnibus. Con el reloj apretado en el puño y el corazón alborotado, doña Gertrudis llegó a su ...